Texto en base a opinión de Fernando Buitrago
El reciente proceso electoral en la República Dominicana ha dejado claro un mensaje contundente: el trujillismo, en su versión moderna de retaliación y odio, no tiene cabida en la política dominicana. La propuesta de un «mesianismo buquelista», que aboga por encarcelar a políticos sin respetar el debido proceso, ha sido tajantemente rechazada por el electorado.
El discurso de «todos los políticos son malos, pero nosotros somos los buenos» y la promesa de encarcelar a cien políticos en el primer mes de gobierno, sin base legal ni respeto a las instituciones, ha sido visto con escepticismo y desdén. Esta retórica de odio y venganza, que pasa por alto la justicia y el debido proceso, refleja un neotrujillismo que, aunque ruidoso, ha demostrado tener un apoyo ínfimo, apenas del 1.4%.
La realidad es que los políticos, corruptos o no, son una expresión del pueblo y no se puede construir una sociedad sobre la base del odio y la represalia. La verdadera justicia implica desmantelar las complicidades y las cofradías corruptas a través de procedimientos legales y justos, no mediante una cacería de brujas arbitraria y despótica.
El electorado ha dejado claro que no apoya el modelo de un «nuevo Trujillo» o de un líder que actúe como juez y verdugo sin respeto por la ley. Este rechazo se reflejó en las urnas, donde propuestas similares fueron aplastadas. La llamada «justicia» del cobrador, quien pretendía decidir arbitrariamente quién debe ir preso, fue contundentemente desestimada.
El caso de la señora de Santiago y Ramfis Trujillo ilustra esta realidad. Ambos fueron descartados por un electorado que no anhela con nostalgia el retorno del trujillismo, ni sus métodos de intimidación y violencia. El mensaje claro es que la justicia y la democracia no se construyen con retaliación ni odio, sino con el respeto a las leyes y a los procesos justos.
En conclusión, el resultado electoral ha enterrado las propuestas incendiarias y autoritarias, mostrando que la República Dominicana no desea regresar a un pasado oscuro. Los neotrujillistas y sus discursos de odio y represión fueron reducidos a una insignificante fracción del voto, demostrando que el pueblo dominicano busca un futuro basado en la justicia verdadera y el respeto a la democracia.